jueves, junio 23, 2005

Personal Saint

Todavía recuerdo el día en que murió.

Aún así, a cada persona que estuvo ahí conmigo le puede parecer ajeno lo que yo viví en ese momento, mi sentimiento de tristeza, de culpa y la inocencia de no comprender el viaje que ella acababa de iniciar. Estaba seguro que yo la había matado con mi indiferencia al ignorar esas palabras que repetía cada vez que escuchaba mi voz .

Tú me llenas de vida

Yo lloraba igual que todos los demás, era obvio que no estaba listo para perderla y sin embargo nadie comprendía que yo era el responsable del llanto colectivo del que eramos presa.

Dicen que fue su corazón, pero eso es mentira, yo la maté

Me lo repetí a solas después de que recibí la noticia y luego todo el camino al velatorio.

Yo la maté

Esa noche, acostado en un sillón entre los abrigos y las bolsas de los ahí presentes la culpa se durmió conmigo. No volvió ni a la hora del sepelio cuando yo quería gritar

No te vayas

y todo lo que hice fue despedirme del frío féretro que sabía la contenía.

Ahora está con Dios

repitieron hasta el cansancio y ni siquiera esa luz blanca que vi atravesar la puerta de cristal el día del ultimo rosario pudo convencerme de que El no solo me la había arrebatado, sino que también me había dejado solo. Así enterré recuerdos, pasado, culpa y fe.

Y la vida siguió, llena de éxitos y sobresaltos, gozos y tristezas similares a las de cualquier persona qué ha olvidado la humildad en favor de la arrogancia y que se "sabe" omnipotente. En el momento qué escuché el sonido del metal que se comprime y el cristal que se estrella yo no pensaba en nada más que en ella.

Ya voy para allá

Y tendido sobre el pavimento a media conciencia recordé esa luz blanca, pero ahora estaba ahí, estática, como observándome.

Es por mí?

No se cuanto tiempo habrá pasado entre el accidente y la primera vez que escuché a los medicos decir

Es un milagro

Pero no era ningún milagro, no podía ser. Esa luz me trajo su recuerdo, su voz que me llamaba por ese nombre especial que solo nosotros conocíamos, que me invitaba no a ir con ella, sino a ser fuerte

-Todavía no, aún te queda mucho por hacer, tanto por vivir y más que aprender

-Pero quiero estar contigo, todo ha sido mi culpa

-Era inevitable, mi corazón era débil y tenía que irme. Ahora estoy en todos lados cuidándote y viendo como has crecido: sin fe y sin amor. Pero eso tiene que cambiar. He visto a Dios y he hablado con El, dice que no te ha abandonado aunque tu lo hayas olvidado y también a las demás personas. Hoy y siempre estoy contigo, estoy más cerca de El y estoy intercediendo por ti. Ahora vete y sigue con tu vida. Ya volveremos a estar juntos, solo que no será hoy.

Cuando abrí los ojos, no podía hacer más que agradecer. Agradecer que estaba vivo, más vivo que nunca y con una nueva visión. Una nueva misión. Nunca volví a despertar a media noche llorando de culpa y nunca volví a darle la espalda a la vida. Del pasado he olvidado muchas cosas, pero nunca me olvidaré del santo que todo el tiempo me esta cuidando. La Gran Mayora del cielo capaz de meter al mismo Dios en cintura con tal de verme ir por buen camino y sentirse orgullosa de mi.

Todavía recuerdo el día en que murió.

Dedicado a María Apolonia Perez Saldaña, la más querida de mis muertos y por supuesto, mi santo personal.

1 comentario:

Roberto Iza Valdés dijo...
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