En el camino de regreso, a penas pudieron pasar el cerco que el batallón de guantes blancos ya había establecido. Fue entonces que empezaron los disparos y duraron horas. Tantas que no supo nada de El y en casa ya estaban atrincherados. En el transcurso de la noche y todavía entre disparos, llegó un pequeño grupo de granaderos que le pidió a los vecinos entrar.
Fue hasta que el comandante del grupo imploró piedad.
"A nosotros también nos estan disparando"
Y todo fue claro para ella, había sido una trampa y no había nada más que hacer, solo esperar a la mañana, la cual llegó con un olor a sangre y lluvia. En una plaza que había sido silenciada y resanada para ocultar lo que había pasado ahí.
Una mañana que se prolongó quince días y en algunos casos 10, 30 o más años.
/*Esto más que un cuento, es una breve crónica de lo que me contaron que sucedió, a 2 cuadras de la plaza*/
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