Una vez encontré una pordiosera, sus ojos nunca habían conocido la luz, estaban marchitos, hundidos en las órbitas, cubiertos por un tejido membranoso semejante al de los reptiles, su mano izquierda era pequeñita, pero le crecían prótesis malsanas que supuraban esperma y cláusulas morales, su gordura era tan fenomenal que se mantenía erguida gracias a un sin fin de pequeñas muletas ancladas a su carrito. Y los cables brotaban de su cráneo, zumbaban imitando la cantaleta de auxilio, con su mano derecha esgrimía una vasija llena de embriones.
Era la virgen.
-de Imágenes Rotas Sueños de Herrumbre
Por: Gerardo Horacio Porcayo
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