El facilitador nos pidió que nos sentáramos en equipos y al verla ahí la invité a sentarse con nosotros al menos para que no estuviera sola. Al principio le dió pena y dijo que no quería quería molestar pero después de insistirle un poco su hijo logró convencerla de sentarse con el grupo. Le pregunté su nombre y empecé a platicar con ella, luego le pedí su ayuda para que buscara algunas piezas sencillas y repetitivas.
Martha se animó a participar, poco a poco empezó a buscar las piezas y las acercaba para que los demás avanzaran con el armado del modelo. Los demás participantes empezaron a pedirle piezas también y estas eran cada vez más complejas. Aunque al principio le costó trabajo, empezó a reconocerlas y a armar partes del modelo por su cuenta.
Martha se veía feliz, su sonrisa era la prueba de que se la estaba pasando bien.
Algunas piezas completas ya estaban listas para ser ensambladas para lograr el modelo general y llegó el momento de integrar sus piezas al modelo. Martha logró conectar las piezas que había armado sin ayuda. Después de hacer la programación, el equipo le pidió que activara el robot que había sido construido por todos.
Al final de la actividad nos agradeció a todos y dijo que la actividad le había parecido muy bonita. Realmente se le veía muy feliz. Ella y su hijo aprendieron que su edad no es un impedimento para participar en actividades y mucho menos para jugar con LEGO.
Antes de despedirnos les recomendé que compraran un set para que pudieran armar en casa y espero que Martha nunca más se quede solamente como observadora.